El navío del gobierno y los retos de Claudia
Versión completa de la publicada en Columnas Plebeyas, Revista Sentido Común del mes de junio 2024.
Con ilusión y alegría algunas recibimos la noticia de que Claudia Sheinbaum será nuestra próxima presidenta. Mientras tanto, en redes sociales se encuentran todo tipo de opiniones, algunas poco optimistas por la elección de Claudia, pero la mayoría de las personas votantes apoyaron la continuidad del proyecto de la cuarta transformación (4T) no solo por lo que implica el proyecto político, sino por quién le dará continuidad: más allá de que sea una mujer, no es cualquier mujer.
Para gobernar, no importan únicamente la perspectiva, el plan o programa y ruta hacia donde se quiere dirigir un país, también cuenta la manera de dirigirlo. Una puede timonear un navío con una determinada estructura y un mapa de navegación, pero el rumbo implica que la persona dirigente tenga ciertas cualidades, personalidad, experiencia y actitud para responder, reaccionar y enfrentar los imprevistos o condiciones adversas que posiblemente surgirán durante la travesía hacia el puerto de llegada; además, y no menos significativa, es la tripulación del barco. Puede haber vientos, tormentas, pérdidas en la tripulación, traiciones, fallas estructurales…
Parece que Claudia no se ha percatado de que muchas mujeres de izquierda apostamos por ella no nada más por el proyecto que representa, sino por su historia como luchadora social —por supuesto, sin romanticismos—, su experiencia, su conocida ecuanimidad, re(flexividad), escucha y formación científica.
Decidimos dejar de esperar, a la vieja usanza de las izquierdas machistas, que un hombre o una mujer dirija el barco sin escuchar a quienes viajan abordo, sin planear en conjunto con la tripulación las acciones y reacciones en la ruta de navegación. Esperamos, más que líderes, guías con capacidad de autocrítica, con mayor aproximación para construir con, transformar con.
La cualidades, la personalidad, las actitudes y reacciones de las personas gobernantes importan. La manera en cómo se dirigen en su “vida privada” se traduce en la “vida pública”; no hay distinción, las feministas lo sabemos bien: le llamamos coherencia.
Algunas de las críticas que hacen a Claudia no me sorprenden, incluso cuando quienes las realizan son otras mujeres. El argumento de fondo, sin fundamento probado, versa en considerarla una ventrílocua de AMLO. Es común que a las mujeres se nos considere manipulables cuando tenemos un hombre cerca, pero eso no es más que sexismo. Tampoco concuerdo con la afirmación de que el triunfo de Sheinbaum sea el de “las mujeres”, porque solo expresa una visión poco compleja y universalista sobre éstas, y aunque entiendo la importancia política de frasearlo así, la estrategia no me parece acertada.
Otra de las críticas que se realiza a la próxima gobernadora consiste en predicar el futuro de sus acciones, cual clarividentes: el señalamiento se centra en que Claudia es la sucesora de AMLO. No comprenden que se trata de la sucesión de un proyecto político con el cual ella coincide, mas no por herencia sanguínea, de personalidad o actitud de gobierno; e, incluso, si fuese así, los descendientes no tendrían por qué sufrir el estigma de sus progenitores: las personas deben ser consideradas por sus acciones y no por las de otros.
Sheinbaum es una mujer de izquierda con historia y experiencia propia. No fue formada políticamente por Andrés; tampoco éste fue su mentor. Su relación es producto de la coincidencia política y de la confianza construida a lo largo del tiempo.
Claudia ciertamente representa la continuidad de un proyecto, pero no representa a Andrés. De inicio, ninguna candidata o candidato de ningún proyecto político garantiza buenos resultados de gobierno; ejemplos hay varios en Latinoamérica. El arte del buen gobierno se ejerce todos los días. Tampoco el ejercicio de ciudadanía termina al emitirse un voto. Claudia y la cuarta transformación obtuvieron la confianza de muchas personas que votamos; el resultado es evidente con la mayoría ganada en el Congreso. ¡Qué gran responsabilidad! Las y los legisladores están interpelados a ser críticos, actuar en consecuencia de acuerdo con el programa de gobierno, pero con criterio, en beneficio de la gente. La disciplina partidista no puede estar por encima de la ética de la coherencia con valores sociales propios. Por nuestra parte, las y los ciudadanos debemos estar atentos y vigilantes para exigir y señalar las acciones que traicionen los valores enarbolados por la cuarta transformación y de la revolución de las conciencias.
Un indicio de lo que puede ser otra manera de continuar el rumbo hacia la cuarta transformación es la propuesta que ha hecho la virtual presidenta para debatir, a través del parlamento abierto, la reforma electoral que incluye, entre otras cuestiones de no menor relevancia, las reformas al poder judicial para la elección de jueces y ministros de la Suprema Corte de Justicia. Ciertamente la reforma plantea cambios necesarios, pero no sin reservas. Habrá que participar amplia y constantemente en los debates; asimismo, las y los representantes populares tendrán que escuchar y tomar decisiones asumiendo la responsabilidad de actuar en coherencia y con criterio.
En cuanto al tema de las políticas punitivas, como la prisión preventiva oficiosa y el de la militarización del país para enfrentar el crimen organizado, hay mucha polémica dentro de los sectores más críticos de Morena, y fuera de este partido, ni se diga. La discusión debe ser amplia e informada con investigaciones serias, garantizando que no se trata de encuestas o plebiscitos legitimadores sin las condiciones de participación adecuadas, como el constitucionalista argentino Gargarella ha planteado sobre el tema de la democracia deliberativa. Respecto a la militarización, Sheinbaum deberá ponderar los resultados desastrosos que ha tenido para la sociedad y, en específico, para las mujeres pobres y racializadas, mantener al ejército en las calles y la aparente aceptación generalizada por parte de algunos sectores de la sociedad que, ante el miedo y la impunidad, aceptan o justifican “los daños colaterales” de la continuación de una guerra instigada por la pobreza y la desigualdad social, entre otros factores; a saber: la sociedad punitiva producto de la cultura represiva, como algunas personas le llaman.
La próxima presidenta tiene muchos retos en el horizonte. Para empezar, la manera otra de hacer política y de ejercer su gobierno con estilo propio o quedarse estancada en las prácticas anquilosadas de la vieja izquierda machista.
La trayectoria de Claudia proporciona esperanza. Naveguemos en el barco ejerciendo ciudadanía responsable, observando y participando, sin idealizar personajes. Al contrario de lo que se cree, tener poder implica una gran responsabilidad y mayor exigencia para quienes lo detentan.