Mujeres, feminismos y estudios de género: el desafío de la reforma universitaria en la UNAM.

Lucía Núñez
Poco antes de que la pandemia de COVID-19 sorprendiera al mundo, las movilizaciones de mujeres jóvenes y colectivas feministas, sobre todo estudiantes universitarias, pusieron en jaque las viejas y, desafortunadamente, aún persistentes prácticas y estructuras androcéntricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), una de las instituciones de educación superior más importantes de Iberoamérica y la mejor de México.
La UNAM es vanguardia como Institución de Educación Superior (IES), por ello, ha marcado un patrón para otras instituciones en cuanto a estructura, desarrollo y organización institucional. De allí que el proyecto de reforma universitaria propuesto por el actual rector, Leonardo Lomelí Vanegas, ha sido tomado positivamente y con ansias de transformación en coherencia con las exigencias de la realidad político-económica nacional.
Después de la impronta que los instrumentos internacionales de derechos humanos de las mujeres trajeron al país y a la UNAM —reforma de igualdad al artículo 2 de su Estatuto General (2005), Lineamientos generales para la igualdad de género (2013), primer Protocolo para la atención de casos de violencia de género (2016), creación de la Comisión Especial de “equidad de género” (2010), hoy de igualdad de género (2020) e inclusión de los temas de género en los planes de desarrollo institucional de rectoría desde 2007 hasta la actualidad, etc.— las movilizaciones y paros de las mujeres organizadas y feministas en la Universidad lograron que, en plena pandemia, el Consejo Universitario (CU) aprobara también otras importantes reformas al Estatuto; a saber, en torno a violencia de género, en sus artículos 95, 98 y 99, e incorporaron los principios de proporcionalidad y taxatividad para la asignación de sanciones, así como para la inclusión del principio de paridad para la conformación del Tribunal Universitario. Al respecto, tuve la experiencia de colaborar en estas últimas reformas con la Comisión de Legislación Universitaria del Consejo Universitario (CU).
En todos estos cambios institucionales, el antes Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), ahora Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), ha jugado un papel indispensable. El claustro de académicas del Centro, del cual formo parte, se implicó de manera activa, institucional y militantemente en diversos tiempos, intensidades y formas para concretar y consolidar la política institucional en materia de igualdad de género, además de cumplir con su objetivo primordial de contribuir con conocimiento de alto nivel científico que responda y se encuentre acorde con las exigencias de la comunidad universitaria y del pueblo de México. En ese contexto, frente a las propuestas de reforma, tanto universitarias como del gobierno de México, por ejemplo, las recientes reformas constitucionales en materia de derechos de las mujeres presentadas por la presidenta Claudia Sheinbaum, así como con la recién creada Coordinación para la Reforma Institucional y Prospectiva Universitaria, el centro de estudios de género más importante del país tiene mucho que aportar con opiniones e investigaciones aplicadas de las personas investigadoras del CIEG, quienes se encuentran estudiando diversos temas que cruzan la política pública nacional y universitaria en materia de igualdad de género.
Por lo anterior, el tema sobre el proceso de auscultación en la comunidad universitaria para la designación de la dirección del CIEG, periodo 2025-2029, es de relevancia general. Después de 33 años en los que el PUEG-CIEG había sido dirigido por tres destacadas mujeres, en este periodo se abrió la posibilidad de participación de la joven planta académica del Centro; tal gesto se leyó como una decisión esperanzadora entre la comunidad universitaria, como una acción de esta gestión con voluntad hacia la reforma y consolidación de procesos democráticos de la UNAM. Por supuesto, falta mucho por hacer, sin embargo, es de reconocerse que en la terna lograsen figurar dos jóvenes investigadoras especialistas en estudios de género y que de la misma se eligiera a la actual directora, en consonancia con el sentir de la comunidad del CIEG y de su colegio académico, más allá de las opiniones de la comunidad universitaria con cargos de poder: directoras y directores de facultades, escuelas, institutos o centros, como suele suceder.
Esta decisión se torna coherente con los planteamientos del Programa de Desarrollo Institucional del rector Lomelí sobre la democracia universitaria y la necesidad de transformación y reforma, la cual rompió con las constantes críticas sobre las “logias” o “fratrias” universitarias.
Hoy más que nunca es necesario hacer realidad el compromiso institucional de la UNAM y del gobierno de México con la igualdad de género. En ese sentido, el papel del joven CIEG cobra relevancia no sólo como un centro de producción de conocimiento teórico y aplicado de alto nivel académico en el campo de los estudios de género, sino como una institución con responsabilidad social, que fomenta la vinculación, el trabajo coordinado y cooperativo con las instituciones gubernamentales y, al interior de la UNAM, con la comunidad que desde diversos espacios también trabaja e investiga temas de género, así como con las nuevas estructuras universitarias que se han creado en el último lustro: la Comisión de Igualdad de Género (CIG) del CU, la Coordinación para la Igualdad de Género (CIGU), las comisiones internas para la igualdad de Género (CInIG), así como la Defensoría de los Derechos Universitarios, Igualdad y Atención a la Violencia de Género. El PUEG-CIEG tiene más de 30 años de trabajo y experiencia, la cual seguramente será aprovechada en el marco de la reforma universitaria por venir. Es imposible pensar cualquier transformación social e institucional sin mirar las desigualdades sociales en las que el género es fundante. Esperamos, pues, que se consolide con acciones firmes una verdadera reforma que promueva la democracia, la ética y la integridad académica para construir una “ciudadanía universitaria”.